Ana Comneno
En Aragón Alfonso I el Batallador, tras la conquista de Zaragoza (1118), fundó nuevas órdenes con fines defensivos como Monreal y Belchite, pero las grandes órdenes militares constituidas por monjes-caballeros bajo el mando de un maestre no se fundaron hasta la mitad del siglo XII, desempeñando un gran papel en la lucha contra el Islam y participando en la repoblación de los territorios conquistados.
También en el Reino de Aragón, Pedro II fundó en 1201, en agradecimiento por la asistencia de San Jorge a sus ejércitos, la Orden de San Jorge de Alfama. La orden fue aprobada por el Papado sólo en 1363 y tuvo una vida relativamente breve, ya que con Martín el Humano (1399) se unió a la Orden de Montesa.
Por su parte, la Orden de Montesa fue instituida en 1317 por el Papa Juan XXII a petición de Jaime II, rey de Aragón y Valencia, para, una vez consumada la disolución de la Orden del Temple, hacerse cargo de los bienes de esta orden. Su primera residencia fue el Castillo de Montesa, próximo a Játiva, en la frontera del reino de Valencia con los sarracenos. Seguía la regla de la Orden de Calatrava, gozando de las gracias y privilegios de esta orden, junto a otros concedidos por los reyes de Aragón. La orden se convirtió en la principal fuerza militar defensora del trono. A fines del siglo XV tenía jurisdicción sobre 90.000 almas y poseía 13 encomiendas, pero su poder e independencia, al igual que ocurrió con el resto de las ordenes militares peninsulares, empezaba a declinar por la cada vez mayor injerencia de la monarquía en sus asuntos. Finalmente fue incorporada a la Corona en 1587.
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