Mohamed Samadi
En estos momentos de inspiración dialéctica, de condena a todo hecho, de condena al cinismo político, más bien una cita de divorcio a lo cotidiano o al menos un necesario abandono a lo vertical…para iniciar una marcha, oleada de marchas al que personalmente desconozco la meta o más bien diría el andén de tal destino., pero conozco perfectamente tales fines de tales marchas que fueron largos viajes, donde la tierra no pertenece a nadie, salvo a quien sabe mejor conquistarla, pero no deja de ser una huida provocada como acto de denuncia que termina en un éxodo masivo como luz y sombra dentro la especie humana de modo de presenciarse como ciudadanos recordando a los que han ordenado dicho éxodo, de la nulidad del contrato social., mostrando siempre a los suyos el valor del dolor de marcharse con sueños rotos, con sentimientos extraños de ciudadanos sin ciudadanía, campesinos sin tierra o un recién nacido no reconocido por sus padres biológicos, eso lo más amargo que uno puede tragar.., pero con reserva de derecho de decir en alto y claro a los delincuentes de la tierra, que volveremos a abrazar las plazas publicas, paseando por las calles dignamente, respirando un aire fresco fruto de aquellos largos viajes, impulsado por los cuatro vientos que justo en el estrecho se niega continuamente a los delincuentes de la historia que les convierta a un cementerio de vergüenza, de caídos en búsqueda de la violada dignidad, en búsqueda de un mundo sin mapas que ha provocado truenos y tormentas camino hacia vientos del norte, dibujando un arco de indignación y de esperanza, desde Túnez e Islandia hasta la revolución egipcia y el movimiento Occupy Wall Street, pasando por los indignados en España, como un nuevo modelo de movimientos sociales que proyecta nuevas formas de cambio social en el siglo XXI, frente la vaciedad cultural y la desesperanza.
Almenara de Pinto 
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